La ansiedad es un estado de alerta que se produce como mecanismo de defensa ante una amenaza.
Es decir que es una sensación normal que se genera para mejorar la capacidad de reacción de una persona, para protegerse de un posible peligro.
Sin embargo, hay situaciones en las que ese sentimiento de ansiedad puede incrementarse más de lo esperado, ante ciertos cambios y situaciones que puedan experimentar niños y jóvenes, mientras crecen. Por ejemplo:
El dejar de dormir con mamá y papá.
Si vieron alguna película de miedo, temor a la oscuridad y a los monstruos.
Evaluaciones escolares.
Citas con el médico, dentista, etc.
Separaciones, o divorcio de los padres.
La incertidumbre y el miedo a lo desconocido.
Cambios físicos y emocionales.
Cambio de colegio, o mudanza.
Aceptación social y búsqueda de pertenencia a un grupo de amigos, etc.
Relaciones conflictivas entre los padres del joven.
Lo importante es que las personas a cargo del niño o joven estén atentos a síntomas que puedan señalar un caso de ansiedad excesiva, para evitar que su desarrollo emocional se vea afectado.
La ansiedad excesiva se manifiesta de diferentes maneras: aquí, algunas formas para ayudarte a notar los rasgos más comunes de un niño, o joven con ansiedad:
Cambios súbitos de estados de ánimo: llanto, rabietas, agresividad.
Manos sudorosas y frías.
Palpitaciones.
No quiere dormir solo, o no quiere ir a la escuela por miedo a experimentar cambios a su regreso.
Miedo a separarse del adulto.
Dolor de cabeza, o estómago.
Tensión y hasta dolores musculares, producto del estrés.
Insomnio.
Incapacidad para concentrarse en sus tareas.
Recuerda que los padres son los principales responsables del entorno en el que se desarrolla el niño, o el joven y también de la medida en que sean capaces de reducir el impacto (no eliminarlo) de situaciones que generen la ansiedad en el menor.
Y sobre todo, toma en consideración que el niño, o joven buscará un modelo de conducta, entonces, lo copiará de sus padres, o de los adultos responsables por él.
Lo primero que debes tener claro es que es saludable que tu hijo experimente ansiedad, porque le dará las herramientas para reaccionar ante alguna posible amenaza.
Lo que no es idóneo es que los adultos responsables del niño o joven reduzcan al máximo, o eliminen en absoluto cualquier situación que pueda producir ansiedad.
¿Por qué?
Tu hijo dependerá de ti para resolver sus conflictos.
El estrés será aún mayor cuando, en el mundo real, se enfrente a retos que lo inquieten.
Disminuirá su capacidad para manejar sus emociones.
A continuación podrás revisar una lista de consejos que pueden servirle a tu hijo en caso de sentir mucha ansiedad:
Analizar con tu hijo las razones por las que sus pensamientos le producen ansiedad, pero sin centrarlas en sus sentimientos, sino tratar de analizar de manera lógica y objetiva.
Si experimenta una crisis, trata de que permanezca en un lugar tranquilo y con personas de confianza. A veces, el exceso de ruido y/o gente puede ponerlo nervioso.
No lo regañes, al contrario, muestra empatía sobre lo que está experimentando.
No restes importancia a las razones que da el niño para sentirse ansioso.
Enséñale maneras de afrontar la situación, en lugar de evadirla. Ningún niño responderá positivamente si no cuenta con los recursos emocionales para reaccionar adecuadamente ante un detonador de estrés
Si la situación que le produce ansiedad en realidad no es peligrosa, puedes sugerirle que, a manera de ejercicio, detenga lo que está haciendo y realice respiraciones profundas, lentamente.
Pero si el problema se torna grave, al grado de experimentar ataques de pánico, es momento de acudir a un profesional.
Recuerda que lo mejor es facilitar las herramientas, pero no resolver el problema. Poco a poco, el niño debe aprender a lidiar con las causas de su ansiedad de manera que no se vuelva dependiente de alguien para afrontar los momentos de estrés.
Reforzar los avances con palabras de aliento y motivación.
Utiliza remedios naturales para calmarlo, como infusiones de manzanilla, o valeriana.
Evita que tu hijo consuma bebidas como café, té, o gaseosas que contengan grados elevados de cafeína.
Muestra interés y empatía. Hazle sentir que entiendes por lo que está pasando.
Recuerda no demandar metas demasiado elevadas de tu niño. Cuando se les exige perfección, los menores tienden a presentar cuadros de ansiedad.
Fomenta actividades que refuercen su autoestima, lo motiven y lo relajen, como la música.
La música tiene la capacidad de relajar a las personas, ya que al escucharla, o ejecutarla, se produce en el cerebro la dopamina, que genera una sensación de motivación, recompensa y bienestar.
De ahí que el aprendizaje musical se vuelve idóneo para reducir los niveles de ansiedad en los niños.
Otra de las razones por las que tu hijo puede beneficiarse es que le permitirá alcanzar metas (producir melodías hermosas), lo que fortalecerá la confianza en sí mismo y elevará su autoestima.
Y por último, al compartir con más niños la experiencia de aprender un instrumento musical y presentarse, podrá reforzar las actividades en equipo y hacer buenas amistades.
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